Machismo y sumisión: impacto en la convivencia y en la crianza
En pleno siglo XXI, muchas familias aún basan sus relaciones en esta forma de interacción que indudablemente afecta la personalidad de quienes circundan bajo ese yugo de superioridad. De la mano de los especialistas del Team Psicovivir, abordamos las consecuencias emocionales del comportamiento machista en quienes padecen de debilidad en el carácter.
Por Keila Beatriz Caridad, Team Psicovivir
Hablar de machismo y sumisión inmediatamente nos remite a nuestros propios padres, abuelos e incluso otros familiares cercanos. Pareciera una escena típica en las familias latinoamericanas.
El machismo manda y las otras personas quedan totalmente sumidas en ese mandato de miedo e imposición, ya sea por por temor e inseguridad.
Es allí donde se quedan solapadas las ideas, opiniones y puntos de vista de la otra persona, quedando el libre albedrío en un laberinto de inseguridades.
Aunque sea muy común en muchos hogares, el comportamiento machista es limitante, agresivo y completamente fuera de lugar.
Es una especie de maltrato psicológico, y muchas veces físico, que debemos entender, analizar y comprender, dada su gravedad.
El origen del machismo
Para los especialistas del Team Psicovivir, el machismo es un término usado como ideología y como patrón de comportamiento, principalmente en la cultura hispana.
Definen al hombre como alguien que posee un conjunto de características que lo engalanan o le permitan tener esa posición de “macho” en la sociedad, pero sobre todo con la intención de posicionarse por encima de la mujer: “superioridad”.
Radiografía de un machista
Un hombre que se considere machista, debe tener en su haber no una sino todas las siguientes características:
- Potencial sexual “heterosexual”.
- Personalidad agresiva, fuerte y dominante.
- Capacidad para demostrar su virilidad en las relaciones sobre todo con muchas mujeres: “mientras más mujeres, mejor”.
En este sentido, lograr “ser macho”, en primer lugar, lo va a determinar el hecho de haber consumado el acto sexual con una mujer.
Luego, en el ámbito social debe no solo aumentar el número de relaciones que posee, sino también ufanarse de su potencialidad sexual, la cual debe ser conocida por todos.
El machismo y las relaciones
Se puede llegar a creer que el machista no se enamora, pues siempre tiene en su afán conquistar no a una, sino a varias mujeres a la vez. Caso contrario, se piensa que la mujer, desde su perspectiva, es la que se enamora y quien debe entregarse y ser fiel.
El machista rechaza, discrimina o desprecia a los homosexuales. Puede salir solo, tener vida recreativa social con amigos y con quien desee, pero la mujer debe estar en la casa, cuidando el hogar y atendiendo a los hijos.
Este tipo de comportamientos machistas llega al punto de condenar al hombre que hace alguna labor en el hogar. El machista se niega rotundamente y no permite que alguna decisión sea tomada sin su consentimiento.
La mujer sumisa
La mujer sumisa es aquella subordinada que acepta de manera voluntaria y sin queja, algunos o todos los designios de su esposo, cónyuge, pareja, considerándolo el jefe del hogar, aguantando humillaciones y colocándose muchas veces en posiciones inaceptables incluso para ellas mismas, solo por el bienestar de la relación y no enojar a la autoridad de la casa.
Aunque no se crea, en pleno siglo XXI todavía existen patrones de conductas en ambos géneros que rayan en los excesos.
En el caso del machismo se explaya el “poder” y la represión hacia el lado de la sumisa.
La mujer sometida no expresa o se comunica libremente, limita o reprime sus deseos, evita de todas las formas posibles enfrentarse al hombre por temor, carece o se le dificulta en demasía comunicarse con asertividad.
En el hogar la identificamos sin mucho que decir, sin queja, triste, temerosa, haciendo muchas labores en casa, pero de igual forma sintiéndose sin valor.
¿Qué problemas psicológicos puede traer esta situación en la convivencia?
Si tomamos en cuenta que la convivencia por si sola es lo que más cuesta en principio a las parejas y familias que se forman, entendiendo que tener costumbres, hábitos, crianza y caracteres diferentes dificulta a veces el proceso de adaptación y de acuerdos, entonces sería mucho más problemático establecer una convivencia sana en un núcleo familiar donde existan dos visiones polarizadas a los extremos.
El machista como sinónimo de poder, control y superioridad y la persona sumisa como referencia de pasividad y aguante.
Al ser disfuncional esta dinámica, todos los miembros que componen el grupo pueden sufrir consecuencias negativas, es decir, pueden desarrollar implicaciones psicológicas que afecten y coaccionen a lo largo de su vida sus pensamientos, comportamiento y sentimientos.
Los principales problemas que suelen aparecer a nivel psicológico como resultado de esto, son problemas de confianza, autoestima, desarrollo de personalidad dependientes, sensación de minusvalía o indefensión, pobre o escaso manejo emocional, impulsividad, reactividad, agresividad.
¿Qué se debe hacer en estos casos?
Los problemas pueden ser una constante en situaciones de este tipo, la violencia intrafamiliar a nivel físico, verbal y psicológico suele estar presente y no debe pasarse por alto.
Tome en cuenta que uno de los efectos secundarios de ser víctima de abusos es precisamente deteriorar su autoestima, que usted crea o sienta que se merece lo que vive y de alguna forma no hable y reprima todo lo que le pasa.
Por esto que la recomendación es buscar apoyo psicológico, no cargar sola con lo que le está sucediendo, notificarle al menos a un familiar y tomar acción legal si usted es agredida.
Los hijos también pueden repetir conductas machistas
Un aspecto a tomar en cuenta es que los hijos que crecen en estas estructuras familiares pueden copiar estos patrones conductuales y en consecuencia suelen ser los más afectados.
El machismo y la sumisión repercuten directamente en la forma en que ellos se relacionan con los otros, el tipo de parejas que escogen y la valoración que tienen sobre sí mismos.
Cómo hacerle frente al machismo
Uno de los sentimientos que suelen aparecer con mayor frecuencia en estos casos desde la posición sumisa, es la culpa y por alguna razón al sentirse responsables de lo que les sucede, se paralizan y no toman acción.
A nivel psicológico es mucho lo que se puede trabajar con una persona víctima de un hogar disfuncional, ya sea la pareja, los hijos, incluso el agresor, todos necesitan asistir a terapia psicológica desde la posición que ejercen en la dinámica y las consecuencias que desencadenan lo que han vivido y sus actos.
“Por ejemplo, el agresor debe entender que su conducta puede incurrir en consecuencias fatales para sus víctimas y legales para él y, aunque no es común que este busque por sí solo la ayuda, a veces es la consecuencia de su machismo lo que hace que se movilice a buscarla”.
Me identifico tanto con este post.
Mujer sumisa.
Llevamos 8 años de matrimonio y siento que ya no puedo más, lo que me impide irme es que no tengo a donde ir, tenemos un hijo de 3 años y me da muchísimo miedo que se quede con el papá. Además, estamos casados por bienes mancomunados y lo más probable es que mi pareja mueva sus influencias para no darme nada de lo que me corresponde.
También me identifico con muchas cosas de este post, yo no se por que no me voy, tengo un hijo de 3 años con el y el también me ha dicho que son muchos los problemas que le causo, que nunca una mujer lo había tratado como yo. Que no le tengo la ropa limpia cuando el quiere, que no está la comida lista a la hora que el quiere. Que la casa es un desastre, la última que me dijo es que le había hecho brujería, yo a veces lo pienso y quisiera irme, se que no merezco lo que él me dice pero no se, de alguna forma termino en el mismo punto sin salida
Me ha pasado 25 años seguidos sin tener 1 año sin crisis de violencia física el resto verbal y psicológica. Cada año un episodio de infidelidad perdonando y continuando en este ciclo vil y dañino. Me ha llevado a depender económicamente de él en un 100% lo que me ha paralizado al verme sola pidiendo ayuda económica a mi familia para mis hijos el pago de sus estudios. No tengo confianza en mi misma para conseguir sustento habiendo yo sido antes de casarnos la de la fuerza total económica. Me siento anulada, fracasada, miedosa y humillada. Necesito ayuda para dar el.paso grande sin miedo conseguir un trabajo y salvar a mis hijos. Siento q no es tarde para hacerlo y lograr q mis hijos vayan a terapia y puedan salvar sus relaciones futuras. Ahorita no dispongo de una inversión para terapias.