Madurez emocional: a regular las emociones también se aprende.

La clave para lograr la inteligencia emocional no está en evitar sentir las emociones displacenteras, sino, muy por el contrario, necesitamos saber qué estamos sintiendo, por qué lo estamos sintiendo y cómo descargar eso que sentimos, controladamente. Entonces, ¿A qué nos referimos cuando hablamos de madurez emocional?

Por Psic. Sofía Giorgi – Especialista Team Psicovivir

Quizás a muchos se les puede ocurrir la idea de que la madurez emocional implica no sentir las emociones que podríamos llamar “negativas”, como el miedo, la tristeza o el enojo. 

Lo cierto es que no hay emociones buenas y malas, positivas o negativas, racionales o irracionales; las emociones más bien son adaptativas, y en este sentido tienen una finalidad.

Cada emoción tiene una función

El miedo nos advierte del peligro, establece que la meta es escapar y nos prepara para huir. El enojo establece que la meta tiene que ver con superar obstáculos y nos prepara para atacar; el enojo nos permite establecer límites. La tristeza nos prepara para la retirada o la búsqueda de ayuda. La compasión nos capacita para responder al dolor del otro.

Las emociones, en tanto son adaptativas, siempre son positivas. Pero podemos hablar de emociones placenteras y no placenteras. 

No debemos entender las emociones como intrusiones de las que debamos protegernos, ni tampoco como sustancias tóxicas que debemos descargar para quitárnoslas de encima. 

¿Debemos entonces confiar ciegamente en las emociones para determinar lo que vamos a hacer? 

¡NO! 

Pero sí confiar en ellas como fuente de información acerca de lo que estamos viviendo.

Entendiendo la madurez emocional

Necesitamos integrar nuestras mentes y nuestros corazones, sin estar ni dominados por las emociones, ni sin contacto con ellas. Emoción no es opuesto a la razón. Las emociones guían y dirigen el pensamiento.

Pero para poder confiar en nuestras emociones tenemos que manejarlas con un tipo especial de inteligencia o sabiduría. 

Madurez emocional implica reconocer nuestras emociones a medida que emergen y manejarlas para poder alcanzar nuestros objetivos.

Darnos cuenta de nuestras emociones constituye la piedra angular de la madurez emocional. Ser conscientes de cuáles son las emociones que nos invaden nos ayuda a manejar nuestros sentimientos de manera que no nos arrollen, nos ayuda a cuidar de nosotros mismos.  

Entonces, lo que resulta un problema no es que aparezcan las emociones displacenteras, sino que el problema está en la falta de habilidad para regular la dinámica, la intensidad o la duración de la emoción en cuestión. 

Es decir, cómo sentir miedo sin que éste se vuelva pánico; cómo sentir enojo sin que este desencadene un estallido de ira; cómo sentir tristeza sin que ésta se vuelva un vacío insoportable. 

Estrategias para fomentar la madurez emocional

1.     Entiende tus emociones. Tómate un tiempo para reflexionar sobre lo que sientes y por qué reaccionas de cierta manera en algunas situaciones.

2.     Detención del pensamiento. Esta estrategia busca el control del pensamiento y puede ser utilizada antes, durante o después de la situación que te genera la emoción negativa. 

Se trata de que cuando empieces a sentirte nervioso o alterado, prestes atención a los pensamientos que estás teniendo, e identifiques las connotaciones negativas que tiene para ti.

3.     Ensayo mental. Consiste en visualizar que la situación temida se desarrolla sin problemas, y te sientes seguro y relajado porque estás satisfecho con tu manera de actuar. Puedes repetirte también a ti mismo consignas como: lo estoy haciendo bien, estoy relajado, al público le gusta. Esto reforzará la técnica.

4.     Cambio de perspectiva. Las personas tendemos a cometer dos grandes errores que pueden afectar nuestro equilibrio emocional: considerar que nuestro punto de vista es el único correcto o válido y otorgar a los demás intencionalidades que pueden no ser correctas. 

Por eso, intentar cambiar nuestra perspectiva sobre las personas o los hechos puede ser útil. 

     Una forma de lograr esto es ampliar el foco de la situación, pues cuanto más cerca estamos de algo, menos vemos. Para ello podemos alejarnos de la situación de forma literal o de forma mental, intentando ver la situación en su globalidad y analizar de nuevo la situación desde esta perspectiva.

5.     ¡Acude a terapia! Regálate esa posibilidad de conocerte, de entender cuáles son tus puntos ciegos, qué emociones gatillan y cómo dejarlas drenar sin que te hagan daño.

¡No te olvides!    

Si necesitas ayuda, ven a consulta. Estoy para ti en el Team Psicovivir. 

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